Hace ya algunos años estaba, una noche, reunido con mis alumnos de ESPA (para los no iniciados: una ESO para adultos) hablando sobre la necesidad de que se esforzasen mas para conseguir los objetivos recogidos en la programación. Uno de mis alumnos me dijo algo así como "pero si yo solo quiero sacarme el graduado para poder trabajar en el taller".
Aquel comentario me hizo pensar ¿El sistema educativo hace bien en exigir la consecución de unos objetivos por parte del alumnado y en descartar (con el inevitable riesgo de exclusión social que eso conlleva) a quienes no alcancen dichos objetivos? ¿No sería mas sensato llevar a todos y cada uno de los alumnos hasta el máximo de las posibilidades de cada uno (y no descartar a nadie por la arbitraria razón de que sea mejor o peor en matemáticas, lengua española o ciencias de la naturaleza)?
El actual sistema educativo, hecho a medida de la revolución industrial, funciona de manera similar a una fábrica: recibe una materia prima (alumnos) y la transforma en un producto (trabajadores). No solo da la formación necesaria para el desempeño de un empleo (matemáticas, idiomas, ciencias, etc) sino que, al mismo tiempo, acostumbra al alumnado a trabajar por objetivos, seguir unos horarios, ceñirse a unas normas y espacios de trabajo determinados, etc. En el pasado existió un contrato no escrito entre estudiantes y sistema económico según el cual los mejores alumnos tendrían garantizada una buena vida laboral en el futuro.
Pero con mas de un cincuenta por ciento de paro juvenil dicho contrato se ha roto: es posible (o no) que al sistema económico le interese un sistema educativo que segregue a los alumnos según consigan o no ciertos objetivos impuestos por dicho sistema, pero lo que es seguro es que a los estudiantes les interesa cada vez menos esforzarse en conseguir unos objetivos que no han elegido ellos sin tener claro que eso les vaya a servir de algo en el futuro. Si han de esforzarse por conseguir unos objetivos la mayoría de ellos lo harán solo por los que hayan elegido voluntariamente, y no por los que les impongan arbitrariamente desde el Ministerio de Educación.
Y va a dar igual lo que diga el ministro: como si quiere decidir que todos los niños de seis años hablen latín y griego. De seguir las cosas como hasta ahora cada vez mas alumnos abandonarán la máquina de la educación industrializada, y aceptarán solamente aquellos objetivos que les parezcan interesantes por sí mismos. La competitividad de un país, su PIB o su prima de riesgo son conceptos que quedan muy lejos de quienes se sienten excluidos ya desde muy jóvenes.
Educar debería ser sinónimo de empoderar, no de adiestrar.
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